
A este complot conspiracionista también se sumaron los fabricantes de juguetes, que enseguida comenzaron a sacar una serie de ítems antigravitatorios destinados a terminar de una vez por todas con las paparruchas de Newton; así nació el balón Supertele, colocando las teorías de miles de científicos en la puta basura.
Ajenos a esta movida, la muchachada decidió utilizar este nuevo invento de forma masiva en importantes partidos de patio escolar donde poníamos en juego nuestra dignidad e incluso nuestros insulsos bocatas de choped-aceitunas. Nuestro pinpinismo nos hizo obviar la morfología del Super-tele; el balón se iba a mandar por el hojaldre a las primeras de cambio. El más mínimo cañardo convertía aquella pelota en un proyectil de trayectoria imprevisible. Por eso, pronto fue repudiado por los infantes escolares, que preferían el caro cuero del Adidas Tango al plastiquismo de la Super Tele. Desgraciadamente, su precio irrisorio y su capacidad de hacer añicos las leyes de la cinemática hizo que tuviéramos que acudir a este balón en más situaciones de las legalmente permitidas.
Los émulos de Zubizarreta y Sanchís fueron la carnaza principal del balón Supertele. ¿para que necesitábamos porteros y defensas con una pelota que adquiría la velocidad absurda en cuestión de segundos? Podíamos reproducir exactamente todos los peripatéticos lanzamientos que veíamos en "Campeones" (tiros combinados y demás) e incluso romper la barrera sónica al estilo Atton; hasta los más patanes y margis del barrio lograron ser ídolos por un día con uno de esos clásicos chuts aleatorios tan comunes en esta pelota plasticorra.
Pero como bien apuntaba el señor Mapache, las únicas beneficiadas de este lucroso negocio fueron las marujas y abuelas que hicieron acopio de miles de balones Supertele colgados en sus dominios y que jamás nos fueron devueltos. ¡Hijas de la gran Utah!
1 comentario:
Hecho de menos ese Fotolog de los malditos 80s!!
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