Sin embargo, en la década Tang el tema era muy diferente. Ahí teníamos a esos pedazo de fumetas, recién salidos de la carrera y con licencia para hacer todo tipo de peligrosas mezclas sin que el Ministerio de Sanidad metiese baza. Así nacieron los ganchitos, fruto de la denominada "mezcla bizárrica" que tan buenos frutos a dado a la humanidad a lo largo de las últimas décadas.

Los ganchitos fueron el eje de la alimentación ochentera; no se tomaban ni para desayunar, ni para comer, ni tan siquiera para cenar. Eran un mero comodín salado, que tragábamos a deshoras y que al contrario de lo que podéis pensar no provocaba gordura, sino que nos aportaba todos los nutrientes que necesitábamos para pasar una dura jornada ochentoide. Curiosa paradoja, porque aquello llevaba más mierda de lo nunca os podríais imaginar.
La lista de emulsionantes y conservantes era larga a la par que exquisita. Igual que la de colorantes, que le confería al producto ese atractivo color naranja nuclear de aspecto ciertamente colesterólico.
El ritual de ingestión era muy específico cuando se trataba de engullir ganchitos y consistía en lo siguiente:
1. Adquisición del producto a precio de saldo (bolsaza gigante a un precio que no superaba las 15 pelas)
2. Ingestión en solitario de toda la bolsa (los ganchitos no se compartían; era una gran jodienda que algún gambitero metiese las zarpas en tus ganchitos)
3. Extracción de los restos de ganchitos de la zona pre-molar: estas papas tenían la gran particularidad de quedarse enganchadas en las muelas tras el proceso de masticación, por lo que había que proceder con el sistema de palanca digital (meterse el dedazo hasta el fondo) para conseguir erradicar todo resto sobrante.
Una de las leyendas urbanas con las que crecí en los ochenta era la de que el polvo naranja que había en la superficie de los ganchitos era adictivo. Siempre he creído firmemente en esa leyenda; hoy, 20 años después, todavía siento la necesidad de comprar una bolsa de esta mierda naranja cada vez que la visualizo en el badulaque "Alí Mussam" de turno. Bastards, me bajo al colmado a saciar mi adicción ganchitera ¡A vuestra salud, hijos de Utah!
3 comentarios:
Donde están las otras entradas? Eran brutales y divertidísimas de leer como estas 3 que quedan en el blog. Genialmente escritas y con un humos ácido espectacular. Me encantaría volver a leerlas
Yo tambien he vuelto para releer esas genialidades, y me he encontrado con el cierre en fotolog, y ni con archive.org he podido ercuperarlo. Una pena porque era de lo mejor que se podia encontrar por internet
Por lo visto nos quedaremos con las ganas de leerlas. Lástima, porque sí que era de lo mejor que se podía echar uno a los ojos. Y conforme pasan los años, ganan valor porque menudas mierdas se publican hoy día. Llaman humor y sarcasmo a cualquier bazofia... En fin. Ojalá algún día las encontremos.
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